El autor de este artículo es Alfonso Gumucio Dagrón. Aquí podrá encontrar información sobre los retos que este gran personaje de la comunicación, ha desarrollado. A continuación verá un resumen, pero podrá encontrarlo completo en el vínculo de la fuente. Se sigue resaltando que la Comunicación para el Cambio Social pretende visibilizar a las comunidades que normalmente no son tenidas en cuenta.
I. El reto de nombrar las cosas.
Por hablar mucho uno deja de escuchar. Llevados por la euforia de la convicción de que
tenemos la verdad en la mano, hablamos más de lo que estamos dispuestos a escuchar.
Cuando uno aprende a escuchar se da cuenta de cuales son los obstáculos que hacen difícil el
diálogo con otros actores.
Si la comunicación es un proceso de intercambio y de diálogo, ¿no deberíamos ser más
cuidadosos al usar la palabra “comunicación” para referirnos a los medios masivos? ¿No sería
mejor ponernos de acuerdo en que son medios de información (aunque a veces de
“deformación”), y medios de difusión? ¿No podríamos hacer un esfuerzo para preservar la
palabra “comunicación” para nombrar los procesos de intercambio entre iguales, procesos
de participación y de comunión en el sentido de compartir?
II. El reto de desarrollar la disciplina.
El campo de la comunicación para el cambio social, sigue siendo un campo en desarrollo. No
hay nada definitivo, ni establecido en letras de molde. Quien diga que dispone de un modelo
único miente (o quiere vendérselo a una institución).
La comunicación para el cambio social está en desarrollo y la resistencia a que se convierta en
una disciplina diferenciada es enorme, precisamente porque está demasiado próximo al campo
de la información. La confusión aumentó hace varias décadas cuando a alguien se le ocurrió
que las carreras de periodismo debían cambiar de nombre y convertirse en carreras de
“comunicación social”. El problema, en la mayoría de ellas, es que solamente cambiaron de
nombre, pero mantuvieron su orientación hacia los medios comerciales de difusión masiva
(radio, televisión, prensa), sin incorporar contenidos de comunicación para el desarrollo y
conceptos afines a los procesos comunicativos. Lo que sí se añadió como justificación para el
cambio de nombre, fue la publicidad, el mercadeo, y lo que se ha dado en llamar
“comunicación empresarial” o “comunicación organizacional” que estudian los jóvenes que
quieren incorporarse a la empresa privada como relacionadores públicos o relacionadores
laborales. Esos estudios proliferan mientras los de comunicación para el desarrollo
desaparecen por falta de alumnos.
III. El reto de legitimar la CCS entre los grandes.
Además de desarrollar y fortalecer la disciplina en el campo académico necesitamos
legitimarla y jerarquizarla en las organizaciones para el desarrollo. Esto de “jerarquizar” la
comunicación no es una posición elitista. No se trata de ninguna manera de despreciar o
minimizar la importancia de miles de comunicadores intuitivos, formados en la práctica
social, perfectamente capaces de llevar adelante procesos de comunicación participativa a
nivel comunitario. Como hemos señalado anteriormente, hay miles de comunicadores
comunitarios que emergen de procesos participativos; las radios mineras de Bolivia, y tantas
otras, han sido semilleros de comunicadores.